

Cómo nació la idea
Todo comenzó porque en mi área de trabajo siempre se hablaba de las ventajas de usar Linux, y en particular Fedora, ya que muchos de los servicios y herramientas que utilizamos corren en entornos basados en esta distribución.
Yo ya había escuchado de Linux desde hace años, incluso me llamaba la atención, pero nunca me había animado a dar el salto. Tenía dudas muy comunes:
- ¿Voy a poder seguir usando las aplicaciones que necesito?
- ¿Perderé compatibilidad con servicios que ya tengo en mi computadora personal?
- ¿Mi hardware, en especial mi tarjeta gráfica, funcionará bien?
Porque sí, aunque Linux ha mejorado mucho en soporte de hardware (hoy en día drivers como los de NVIDIA o AMD tienen soporte más sólido que antes), siempre existe ese miedo a que “no todo funcione como debería”. Por eso, en lugar de arriesgar mi PC principal, decidí probar primero en un equipo secundario.
un primer encuentro desastroso
La primera oportunidad fue con mi vieja computadora, una máquina con unos 13 años de antigüedad. El tiempo no pasa en vano y este equipo estaba lleno de problemas, tanto de hardware como de software.
Le hice algunas mejoras básicas: aumenté la memoria RAM, cambié el disco duro por una unidad más rápida (ROM en realidad no es el término correcto, lo que se cambia es el almacenamiento, ya sea HDD por SSD o similar), y luego instalé Fedora.
Funcionaba… pero muy limitado. El hardware ya estaba demasiado desgastado y el rendimiento no daba para mucho. Ni siquiera podía usarlo cómodamente como portátil, porque tenía problemas con la batería y con la conectividad. En resumen: fue una experiencia frustrante que me hizo dejar el proyecto de lado por un tiempo.
Regalos inesperados
Tiempo después, mi hermana me regaló una laptop más reciente, de unos 4 o 5 años de uso. Aunque no era lo último en tecnología, sí era mucho más decente que la anterior.
Le hice las mismas mejoras: más RAM y un SSD, y ahí fue cuando realmente descubrí el potencial de Fedora. El sistema corría fluido, estable y muy agradable de usar.
Además, Fedora trae por defecto el entorno de escritorio GNOME, que para muchos es “amor u odio”: algunos lo ven minimalista y demasiado simplificado, pero en mi caso me pareció perfecto como primera experiencia. GNOME me tomó de la mano en el aprendizaje y me permitió trabajar con fluidez desde el primer día.
Para que tengas una idea, así es como luce Fedora en su instalación base (y en la versión 42 que probé): limpio, moderno y listo para usar desde el arranque.

mi proceso para la inspiración
Cuando algo te gusta, inevitablemente terminas investigando más. Y yo empecé a ver comunidades de Linux mostrando sus escritorios personalizados. No solo con Fedora, sino también con otras distribuciones como Arch, Debian, Ubuntu, etc.
Fue ahí cuando pensé: “¿qué más puedo hacer con mi sistema? Si bien GNOME está bien, quizá puedo adaptarlo mejor a mi manera de trabajar”.
Así empecé a buscar aplicaciones, plugins y entornos alternativos que pudieran mejorar mi experiencia.
Hyprland
El primer descubrimiento importante fue Hyprland.
Para explicarlo fácil: Hyprland es un compositor dinámico que funciona sobre Wayland (el protocolo que reemplaza a X11 y que se encarga de mostrar en pantalla las aplicaciones y la interfaz gráfica).

Wayland ofrece un rendimiento más fluido, mejor soporte para pantallas HiDPI y una gestión más moderna de la memoria y los gráficos. Y Hyprland, además de aprovechar eso, se caracteriza por ser altamente personalizable.
Lo interesante de Hyprland es lo personalizable que es. Cada persona lo adapta como quiere, y los resultados pueden ser desde escritorios súper minimalistas hasta entornos llenos de animaciones. Para mí, fue el primer paso para sentir que estaba creando algo propio.

waybar
Si Hyprland es el corazón visual, Waybar es como el panel de control. Es una barra de estado personalizable donde puedes mostrar lo que quieras: desde el uso de la CPU, RAM, batería y red, hasta accesos rápidos o información del clima.
Yo comencé tomando un diseño compartido en GitHub, porque al ser mi primera vez preferí seguir un ejemplo ya hecho. Pero la idea es que con el tiempo iré creando mi propia versión desde cero, completamente a mi estilo.
tienes curiosidad por ver lo que se puede hacer, aquí te dejo un enlace con varios ejemplos de Waybar.
wofi y rofi
Cuando cambias a Hyprland, pierdes el menú clásico de GNOME. Ahí entran Wofi y Rofi, que son lanzadores de aplicaciones.
Los dos hacen lo mismo: buscar y abrir aplicaciones rápido. La diferencia está en el estilo y la comodidad. Hyprland ya trae Wofi, que me sacó de apuro al inicio. Después me pasé a Rofi porque me gustó más cómo se sentía. En lo personal, me quedé con ese, pero cualquiera funciona muy bien.

conclusión
Al final, todo este proceso me dejó claro que personalizar Linux es un camino de prueba y error, pero muy entretenido. Empecé con un fracaso total en una laptop vieja y terminé con un entorno que se siente hecho para mí.
Si tienes curiosidad por Linux, lánzate. No necesitas saber programar ni ser experto. Poco a poco le vas entendiendo, y cada cosa que cambias te da esa sensación de estar armando tu propio espacio de trabajo.
Yo sigo siendo nuevo, pero me emociona lo que voy descubriendo. Ojalá esta historia te anime a probar Fedora o cualquier otra distro y, quién sabe, quizá termines con un sistema que sientas totalmente tuyo.


Tu marca es única y merece ser escuchada
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